Kansuke Yamamoto
La nariz como guía espiritual, olisquear como modus vivendi. Olisqueas las manos limpias de tu madre, el sexo cálido de tu pareja, la deliciosa carne de la que estamos hechos, la piel nueva y tibia de un bebé. El amor nace en la nariz, el amor que sube y baja como los niños por el tobogán. La muerte también nos olisquea con su pituitaria gris y eterna. Recuerda el olor de la ropa guardada en los armarios, de la ropa tendida, de las sábanas limpias de nuestros sueños. Es lo que queda. Luego la cáscara, el légamo y la ceniza. Alguien, no sabemos quién, derramó la esencia de los días en nuestros cuerpos. Vuelta al cuerpo, al cartílago y a la negra osamenta del futuro. Qué futuro. Huele a tierra mojada, no hay tiempo para más.
José Ignacio Montoto, Estamos todos aquí no hay nadie, Renacimiento, Sevilla, 2015, p. 72.
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