Tumba, Martyn Ravensdale
EPITAFIO
Aquellas señales que grababas en los árboles, ¿te
acuerdas? Desde niño te gustaron los códigos. Fuimos creciendo, y yo
quise aprender morse, o cirílico, si aquello me acercaba a ti. Si era el
modo en que quizá un día descifraría tu piel, en que quizá deletrearía
tus ojos.
Descodifiqué mi deseo, y tu balbuceo, tu espalda,
fueron una respuesta que no busqué traducir. Sólo la herida. La
necesidad de un idioma sin ti en que repararme. Me aferré a la amistad
como única interpretación entre nosotros, aunque siguieras siendo ese ideograma que podría leer siempre sin cansarme.
Te fuiste, me fui: dos adultos que se bifurcan como tantos. Aunque no
tu recuerdo: todavía aprendí que el eco es el alma de un bosque, que una
séptima te convoca en puntos suspensivos. Tú me entenderías. Ojalá
pudieras aún hacerlo.
Ahora, al cobijo de un ciprés, la lluvia es una ‘O’ que se me clava. Raya, raya, raya. Adónde envío esta señal de emergencia. Cómo se codifica el dolor tallado en un silencio.
Ahora, que descubro este relieve. Braille. Así que ahora me lo dices. Como una caricia tuya, al fin. Pero el mármol, tan frío. Y este tiempo tan tarde.
[En Esta noche te cuento.]
Ahora, al cobijo de un ciprés, la lluvia es una ‘O’ que se me clava. Raya, raya, raya. Adónde envío esta señal de emergencia. Cómo se codifica el dolor tallado en un silencio.
Ahora, que descubro este relieve. Braille. Así que ahora me lo dices. Como una caricia tuya, al fin. Pero el mármol, tan frío. Y este tiempo tan tarde.
[En Esta noche te cuento.]
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