A la deriva, Juan Armando Epple

viernes, 30 de septiembre de 2011
A la deriva, Tracey Costescu


A LA DERIVA

El pasajero corrió a su cuarto, buscó una hoja de papel y anotó apresuradamente: A quien encuentre esta nota el barco ha chocado contra un iceberg el capitán nos ha querido tranquilizar diciendo que sólo ha sido un roce sin consecuencias un barco de este tamaño está a prueba de naufragios yo le he dicho al oído que sé que está mintiendo recuerde que ya existe un antecedente pero él me hizo callar: por favor no me asuste a la gente con sus fantasías
si por fortuna ella lee esta nota que sepa que iba a cumplir la promesa llegar a su tierra que nunca he
Rompió con rabia el bolígrafo inútil, cogió la botella de champaña y salió a cubierta. Bebió el último sorbo, depositó la nota en la botella y la lanzó al mar.
Años después alguien encontró el texto en una tienda de anticuarios, se lo dio un amigo y éste a otro, que coleccionaba microrrelatos. Cuando apareció en una antología, mereció lecturas rápidas que servían para justificar distintas teorías. Un filólogo explicó que era una simple reelaboración del tema del Titanic, carente de fuerza creadora. Una ayudante de cátedra, que hacía sus primeras armas en la crítica, fundamentó una alegoría social sobre el viaje frustrado y la imposibilidad modernista de acceder a Europa. Un aficionado al psicoanálisis explicó que se trataba de un enmascaramiento evidente de la fantasía erótica insatisfecha: el barco, el roce, el rechazo, el bolígrafo y la bebida.
Alguien prepara una monografía sobre la literatura del absurdo, y piensa que el autor cifró aquí su visión escéptica de la condición humana.
Pero el pasajero de este barco sólo intentaba escribir un mensaje personal, no sabe si autosuficiente o incluso por culpa del bolígrafo.
Lo único que sabemos es que quedó allí, en la cubierta del barco, esperando el rescate o una respuesta.
Porque los náufragos siempre esperan una tabla de salvación, aunque sea a destiempo.



Juan Armando Epple, Con tinta sangre, Thule, Barcelona, 2004, pp. 104-105.

rayuela.com, Federico Fuertes Guzmán

jueves, 29 de septiembre de 2011
RAYUELA.COM

¿Encontraría a la e-Maga? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo desde Google, a la página de contactos, y apenas si las luces ceniza y olivo del banner que flota sobre la pantalla me dejaban distinguir las formas, ya su silueta delgada aparecía en el interior de la webcam, a veces andando de un lado para otro, a veces detenida, sentada en uno de sus confortables sillones. Y era tan natural sentarme en el escritorio, esperar a que se despertara y acercarme a la e-Maga, que sonreía sin sorpresa, convencida de que un encuentro entre internautas era lo menos casual de nuestras vidas y que la gente que se da citas precisas a través del Messenger es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentrífico.

Rayuela, Daniel Molina



Federico Fuertes Guzmán, Los 400 golpes, e.d.a., Benalmádena, 2008, p. 112.

[El Hospital General...], Charles Bukowski

miércoles, 28 de septiembre de 2011
Enfermera de pueblo, Richard Prince


El Hospital General del Condado de Los Angeles supo de algún modo lo de mi padre y la señorita Ackermann me dijo un día:
—Henry, ésta es tu última sesión de tratamiento. Te echaré de menos.
—Venga, no te engañes —dije—, no digas tonterías. ¡Vas a echarme de menos tanto como yo a esa aguja eléctrica!
Pero aquel día se comportaba de modo extraño. Sus ojos estaban acuosos y oí cómo se sonaba la nariz.
Una de las enfermeras le preguntó:
—Vaya, Janice, ¿qué te pasa?
—Nada, estoy perfectamente.
Pobre señorita Ackermann. Yo tenía 15 años y estaba cubierto de granos, enamorado de ella y ninguno de los dos podíamos hacer nada.
—Muy bien —dijo ella—, ésta va a ser tu última sesión de rayos ultravioletas. Túmbate sobre el estómago.
—Por fin sé cuál es tu nombre —le dije—. Janice. Es un nombre bonito. Igual que tú.
—Oh, cállate —dijo ella.
La volví a ver cuando sonó el primer aviso del aparato. Me di la vuelta, Janice reajustó el aparato y salió de la habitación. Jamás volví a verla.


Charles Bukowski, La senda del perdedor, Anagrama, Barcelona, 1987 (1982), pp. 146-147.

Crecimiento, Carlos Almira

martes, 27 de septiembre de 2011




CRECIMIENTO

Las marcas arden aún, rojizas y tenues, en las muñecas y tobillos del chico que acaba de despertarse con dolor de cabeza y de huesos, como si se hubiese caído por un barranco.
Hace rato que la cuadrilla de demonios emprendió la fuga con sus cuerdas, sus pernos, sus palancas y sus poleas, tras una larga noche de trabajo.





Carlos Almira, Fuego enemigo, Nowevolution, Madrid, 2010, p. 42.

[—En cuanto a los honorarios...], Michel Houellebecq

lunes, 26 de septiembre de 2011
—En cuanto a los honorarios, ya se lo dije, habíamos pensado en diez mil euros. Franz, mi galerista, me ha dicho que en vez de metálico podría ofrecerle un cuadro, pero me parece embarazoso, para usted es delicado rechazarlo. Por tanto, a priori, digamos diez mil euros, pero si prefiere un cuadro no hay problema.
—Un cuadro... —dijo Houellebecq, pensativamente—. De todos modos, tengo paredes donde colgarlo. Es lo único que tengo de verdad en mi vida: paredes.



Michel Houellebecq, El mapa y el territorio, Anagrama, Barcelona, 2011, p. 131.

Ligón, Julián Sánchez Caramazana

domingo, 25 de septiembre de 2011
Ligón embustero, Brenda York


LIGÓN

En el instituto la chica más apetecible era la más distante. Conseguí conquistarla y aún guardo algún trozo suyo en el congelador para los grandes momentos del año.



Julián Sánchez Caramazana, Venidos del miedo, Páginas de Espuma, Madrid, 2007, p. 85.

Telefonía móvil, Fabián Vique

sábado, 24 de septiembre de 2011


TELEFONÍA MÓVIL

La telefonía móvil acaba de desarrollar un novedoso sistema de comunicación. Consiste en buscar en la agenda del aparato el nombre de la persona amada y, una vez localizado, besar la pantalla. El beso saldrá dirigido inmediatamente.
El sistema tiene una enorme ventaja con respecto a los anteriores: El mensaje no llega al teléfono de la persona sino directamente a su corazón.
En el haber, no obstante, hay todavía dos pequeños detalles, en los que los ingenieros están trabajando para perfeccionar el servicio. El primero es que, a diferencia de los tradicionales, estos mensajes todavía tardan demasiado tiempo en llegar (meses, a veces años). El segundo (que no es una anomalía misma, sino una consecuencia de lo anterior), es que las demoras hacen que los mensajes se vuelvan volátiles, con lo cual casi siempre acaban incrustados en corazones desconocidos, cuando no estampados contra un árbol.


Fabián Vique, La vida misma y otras microficciones, Macedonia, Morón, 2010, p. 118.

Canción para franquear la sombra, José Ángel Valente

viernes, 23 de septiembre de 2011



CANCIÓN PARA FRANQUEAR LA SOMBRA

Un día nos veremos
al otro lado de la sombra del sueño.
Vendrán a ti mis ojos y mis manos
y estarás y estaremos
como si siempre hubiéramos estado
al otro lado de la sombra del sueño.



Abedules en sombra, Derek Marsland


José Ángel Valente, Noventa y nueve poemas, Alianza, Madrid, 2001 (1981), p. 195.

Pisa y Venecia, Thomas Bernhard

jueves, 22 de septiembre de 2011
Paisaje con la torre de Pisa, Alexander Gorenstein

PISA Y VENECIA

Los alcaldes de Pisa y Venecia se pusieron de acuerdo para contrariar de súbito a los visitantes de sus ciudades, que durante siglos se han sentido por igual encantados, tanto de Pisa como de Venecia, haciendo trasladar y erigir, en secreto y de la noche a la mañana, la Torre de Pisa en Venecia y el Campanile de Venecia en Pisa. Sin embargo, no pudieron mantener secreto su propósito y, la noche misma en que querían transportar la Torre de Pisa a Venecia y el campanile de Venecia a Pisa, fueron internados en un manicomio, como es natural el alcalde de Pisa en el manicomio de Pisa y el alcalde de Venecia en el manicomio de Venecia. Las autoridades italianas supieron llevar el asunto con toda discreción.


Thomas Bernhard, El imitador de voces, Alfaguara, Madrid, 1984 (1978), p 14.

[mi cara digitalizada...], Agustín Fernández Mallo

miércoles, 21 de septiembre de 2011
Fotograma de Blade Runner (1982), dir. Ridley Scott


mi cara digitalizada en el parpadeo de la pantalla. A mitad de la calle un portal, 1 m2 de acera, 2 m3 de aire, escenario en el que el tiempo [emboscado en su abstracción sin masa ni peso] a fin de encarnarse saqueará el recuerdo. El tiempo a tu lado me mostró que no hay más razones para creer en la imposibilidad de la vida después de la muerte de las que hay para creerla igualmente imposible antes. Que la luz que a cada instante llega y te hace feliz y bien hecho son besos que lanzaste y en forma de verdad irrefutable [invisible] regresan [quién ve la luz]. Que la soledad del sprinter supera a la del corredor de fondo no porque llegue primero, sino porque imagina que llegará primero; pero, adónde. Sin habla, mirabas fijamente, apretabas mi mano, llorabas y llovía. Vi claro en ese instante [suma de instantes] por qué era tan bueno el verso tan malo que antes de morir recitó aquel Replicante, porque en tus ojos vi cosas que jamás ni yo ni nadie había visto, y todas se perderán [son simultáneas muerte y vida] como tus lágrimas en la lluvia. No hubo esta vez ningún pájaro blanco al vuelo para decirnos que algo muere en luz saturada para que otra cosa nazca en vacío [lo dijo Heinsenberg, lo dijo Heráclito, lo dijo Burgalat, lo dijeron tantos]. Sólo transparente opacidad. Ahora yo ya sólo aspiro a las enumeraciones.


Agustín Fernández Mallo, Carne de píxel, DVD, Barcelona, 2008, p. 11.

Monos III, José Sánchez Pedrosa

martes, 20 de septiembre de 2011
Un gran circo, H. David Homan

MONOS III

El Gran Circo Italiano llega a Vigo. Planta su carpa en la explanada de la playa de Samil y pega carteles por toda la ciudad para animar a la gente a acudir a la primera función. Llevan tres años de gira por Europa. Es un circo de prestigio y el lleno está asegurado.
Después de dos horas y media de trapecistas, payasos, equilibristas, domadores de fieras y contorsionistas, cuando los niños no pueden soportar ya más emociones, se apagan las luces y el redoble de tambor anuncia un número especial. La dirección del Gran Circo Italiano sabe que tiene éxito y lo deja para el final. Calla el tambor, hay un estallido y mientras suena una alegre fanfarria sale a la pista, en medio de una nube de humo, un enano que lleva agarrado de cada mano un chimpancé. Los tres van vestidos de futbolistas. En cada ciudad visten la camiseta del equipo local y el público se viene abajo. Aquí, en Vigo, sale el enano y suelta a los dos chimpancés, que se pasean por la arena dando volteretas y señalando hacia atrás con los puños cerrados y los pulgares extendidos el número y el nombre impreso en la camiseta del... Deportivo de La Coruña.
Los gritos del público, de sorpresa al principio, son ahora de odio e indignación. Consideran una afrenta que se venga a su ciudad a pasear en el uniforme del equipo rival y comienzan a insultarlos y a tirarles los botes de sus refrescos. Algunos padres arrancan las sillas y las arrojan también a la pista. El enano hace mutis corriendo, pero los chimpancés siguen su función tal y como han sido amaestrados. Ahora suben hacia las gradas para darles besos a los niños mientras los fotógrafos deberían hacer fotos que luego venderían a los padres. Los chimpancés se acercan a los niños, pero éstos escupen, les arrancan mechones de pelo, les pegan puñetazos, les dan patadas y les hacen jirones las camisetas. Sin embargo, como todos los días, siguen subiendo por las gradas para besar al resto del público, de modo que todo el aforo tiene ocasión de descargar su odio. Cuando llega la policía, es ya tarde para los animales.


José Sánchez Pedrosa, Contento del mundo, Ediciones del Viento, La Coruña, 2008, pp. 81-82.

Líneas paralelas, Federico Fuertes Guzmán

lunes, 19 de septiembre de 2011
LÍNEAS PARALELAS

Dos líneas paralelas son aquellas que se mantienen siempre a idéntica y prudente distancia. Dos cuerpos paralelos, por extensión del género matemático al humano, son aquellos que están siempre cerca, que pasan las manos por el lugar que el compañero ha ocupado unos segundos antes, que se miran y no encuentran puentes para cruzar el pozo marrón que separa sus miradas, que se lanzan palabras, mensajes, cartas incluso, pero nada. Un cristal invisible, que en el mundo matemático es la zanja entre las paralelas, separa los dos cuerpos.
Dicen las matemáticas que esas dos líneas anhelantes llegarán a juntarse en el infinito. Nada parecido dice ningún tratado amatorio.

Líneas paralelas, Ian Stewart


Federico Fuertes Guzmán, Los 400 golpes, e.d.a., Benalmádena, 2008, p. 65.

[Al fondo del pasillo...], Michel Houellebecq

domingo, 18 de septiembre de 2011
El arte del café, Amy Zeng


Al fondo del pasillo desembocó en una espaciosa cocina amueblada con armarios de aluminio cepillado que rodeaban una isla de basalto. La nevera estaba vacía, exceptuando una caja de bombones Debauve & Gallais y un envase pequeño de zumo de naranja Leader Price empezado. Lanzando una mirada circular vio una cafetera y se preparó un Nespresso. Olga era dulce, era dulce y amante, Olga le amaba, se repitió con una tristeza creciente al mismo tiempo que comprendía que ya nunca habría nada entre ellos, que nunca podría haber nada entre ellos, la vida te ofrece una oportunidad a veces, se dijo, pero cuando eres demasiado cobarde o indeciso para aprovecharla, la vida recoge sus cartas, hay un momento para hacer las cosas y para abrazar una felicidad posible, ese momento dura algunos días, a veces unas semanas e incluso unos meses, pero sólo se presenta una única vez, y si quieres rectificar más tarde es simplemente imposible, ya no queda sitio para la esperanza, la creencia y la fe, subsiste una resignación suave, una piedad recíproca y entristecida, la sensación inútil y justa de que podría haber ocurrido algo, de que sencillamente uno se ha mostrado indigno del don que le acaban de hacer. Se preparó un segundo café que disipó definitivamente las brumas del sueño, y luego pensó en dejarle una nota a Olga. «Debemos reflexionar», escribió, y luego tachó la fórmula y escribió: «Mereces algo mejor que yo.» Tachó también esta frase, escribió en su lugar: «Mi padre se está muriendo»; entonces se dio cuenta de que nunca había hablado de su padre con Olga y arrugó la hoja antes de tirarla al cubo de la basura.


Michel Houellebecq, El mapa y el territorio, Anagrama, Barcelona, 2011, pp. 219-220.

La enana en el tren, Ana María Shua

sábado, 17 de septiembre de 2011
LA ENANA EN EL TREN

Es quizás una mujer, de muy baja estatura. Resulta difícil asegurarlo porque tiene los rasgos deformados por una quemadura que parece haber abarcado la cabeza, el cuello y una parte del pecho chato. La ropa grande y desordenada, amontonada sobre su cuerpo, se entreabre debajo de las clavículas mostrando la línea donde comienza la piel sana. El pelo largo brota desde la parte superior de su cuero cabelludo y con los movimientos del vagón se levanta de costado mostrando las cicatrices en la nuca y alrededor de las orejas. A cada pasajero sentado, la enana le deja una estampita en las rodillas. Muy pocos se fijan en ese cuadradito de papel. En el mío hay una foto pornográfica. El señor sentado a mi lado se ha dado cuenta y me mira con reprobación no exenta de tristeza, pero no puedo pararme para alejarme de él, no puedo despegarme del asiento aunque vea que el tren ha girado en redondo, aunque vea que la locomotora está mordiendo ya el vagón de cola, aunque vea cada vez más cerca, más certeros, esos dientes grandes, eficientes, de acero, con los que se devora, nos devora.


Ana María Shua, Temporada de fantasmas, Páginas de Espuma, Madrid, 2004, p. 98.

Omnia secundum litem fiunt, Carlos Marzal

viernes, 16 de septiembre de 2011
La guerra, Marc Chagall


OMNIA SECUNDUM LITEM FIUNT

Contra nosotros mismos, y contra la idea
que de nuestro demonio hemos formado,
para que de él se sirvan los demás,
para que nos sirvamos. Contra la vieja sangre
que quiere destruirte. A contratiempo,
contra el tiempo, que ya se ha terminado
aun antes de empezar. Y contra las inútiles
lecciones del dolor. Contra el azar ya escrito,
inapelable. Y contra la ciudad de las ciudades,
que es la ciudad del alma. Contra lo que ahora olvido,
contra lo que podría recordar y contra
el fracasado propósito de esta enumeración,
que es encerrar el mundo.
________________________Todo es contienda,
todo nos duele y ya nos abandona,
y todo permanece y es lo mismo.

Salvar la piel un día es un milagro.



Carlos Marzal, Sin porqué ni adónde, Renacimiento, Sevilla, 2003, p. 124.

Necrofilia, Dimas Lidio Pitty

jueves, 15 de septiembre de 2011
Mujer embarazada y muerte, Egon Schiele

NECROFILIA

Al sentir que su madre había muerto, se alegró: ya no tendría que nacer.

Espacio, José Ángel Valente

miércoles, 14 de septiembre de 2011


Y todas las cosas para llegar a ser se miran en el vacío espejo de su nada.
(Espacio)



José Ángel Valente, Fragmentos de un libro futuro, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2000, p. 78.

Filtro de amor, Ana María Shua

martes, 13 de septiembre de 2011
Filtro de amor, Michel Doucet

FILTRO DE AMOR

Para hacerse querer, machacar en un mortero de plomo diez ojos de murciélago y una cabeza de mamba hasta reducirlas a una pasta. Incorporar lentamente quince dientes de ajo crudo y disolver en bencina. Cuando la persona amada beba este filtro le crecerá de inmediato el labio superior hasta colgar por debajo de la barbilla, sus ojos perderán color, adquiriendo un aspecto protuberante, la nariz se le achatará a la manera de los cerdos, la columna vertebral, combada, formará una joroba, las articulaciones de las manos le quedarán rígidas y deformes, se le ennegrecerán los dientes y se enamorará perdidamente de usted.


Ana María Shua, Temporada de fantasmas, Páginas de Espuma, Madrid, 2004, p. 13.

Inverosímil, Julián Sánchez Caramazana

lunes, 12 de septiembre de 2011
El último unicornio, Doreen Bates

INVEROSÍMIL

Si os cuento que me fui de copas con un Unicornio seguro que no os lo creéis. Sabéis que no tengo ni un céntimo de euro y que los Unicornios son unos rácanos.


Julián Sánchez Caramazana, Venidos del miedo, Páginas de Espuma, Madrid, 2007, p. 70.

El sueño de María, María Elena Lorenzin

domingo, 11 de septiembre de 2011
Educación de la Virgen, Georges de La Tour

EL SUEÑO DE MARÍA

Aburrida de tanta paz celestial, la Virgen María coge el nuevo Diccionario Salamanca de la Lengua Española. Lo abre en la letra M. Allí encuentra: "María s.f. 1. coloquial; peyorativo. Mujer sencilla, de poco nivel cultural: "El mercado estaba lleno de marías". Sin. maruja 2. coloquial, peyorativo. Asignatura de poca importancia o fácil de aprobar. 3. Coloquial. Tipo de galleta redonda y plana. 4. Jergal. Marihuana". La Virgen cierra el diccionario. Abre su laptop, se enchufa a Internet y le manda un e-mail al Director. Se desconoce el contenido del correo mariano, pero es probable que en una nueva edición del diccionario figure alguna rectificación.


Socorro, Álvaro Tato

sábado, 10 de septiembre de 2011
SOCORRO

El mundo sigue ahí.
No nos conoce,
no nos enmarca.

Antes de que te vayas
mira hacia afuera.
                             ¿Ya?

El mundo sigue aquí.

Rómpeme en caso de emergencia.

En caso de emergencia, Miles Storey


Álvaro Tato, Gira, Hiperión, Madrid, 2011, p. 41.

El arte de dibujarte, Eduardo Galeano

viernes, 9 de septiembre de 2011
EL ARTE DE DIBUJARTE

En algún lecho del golfo de Corinto, una mujer contempla, a la luz del fuego, el perfil de su amante dormido.
En la pared, se refleja su sombra.
El amante, que yace a su lado, se irá. Al amanecer se irá a la guerra, se irá a la muerte. Y también la sombra, su compañera de viaje, se irá con él y con él morirá.
Es noche todavía. La mujer recoge un tizón entre las brasas y dibuja, en la pared, el contorno de la sombra.
Esos trazos no se irán.
No la abrazarán, y ella lo sabe. Pero no se irán.

El abrazo, Egon Schiele


Eduardo Galeano, Espejos, Siglo XXI, Madrid, 2008, p. 47.

[Cuando la Gioconda se ahogó...], José Camón Aznar & Victor Molev

jueves, 8 de septiembre de 2011








Cuando la Gioconda se ahogó, quedó su sonrisa flotando eternamente sobre el agua.







Mona Lisa - Agua, Victor Molev




José Camón Aznar, Aforismos del solitario, Espasa-Calpe, Madrid, 1982, 144 páginas.

Historia de Yuan, Juan Gracia Armendáriz

miércoles, 7 de septiembre de 2011
HISTORIA DE YUAN

Yo entonces no podía saberlo, pero el lugar estaba en una encrucijada de caminos, y el paisaje era un amplio humedal con peñascos entre las nubes, como pintados con tinta china. En invierno respirábamos niebla. Las paredes eran blancas y olían a pis helado. El aire se sostenía en un bostezo que a veces se transformaba en llanto, algo así como los movimientos de muchos cuerpos pequeños en una sala. Había cabezas en las cunas. Los ojos miraban la luz incesante de un tubo verde. Las mujeres entraban y salían; la mayor daba miedo, o más bien parecía transportar una maldad vibrátil en sus ojos amarillos; su ayudante tenía un rostro bello, como una cáscara de huevo, pero todo podía cambiar en un instante, y entonces su cara ya no era un huevo, sino una serpiente. Repartía la papilla de arroz haciéndose paso entre las cunas. Para las últimas no alcanzaba, así que de vez en cuando las sacaban envueltas, con sus cabezas quietas. Era como arrancar patatas y amontonarlas en un saco. Un día la mujer mayor se detuvo frente a nosotras, y dijo «Papá», «Mamá»; luego se fue. Otro día se repitió la escena. Y al otro. Y al otro. Hasta que repetimos aquellas palabras. La mujer pareció satisfecha. Luego nos sacaron al patio. La luz quemaba en los ojos, pero la hierba olía bien, y también el aire que llegaba desde la montaña. Nos hicieron fotografías en nuestras sillas. El sol hería; el olor de la hierba hería; hasta las hojas de los árboles herían. Un día, la cuidadora más joven trajo ropa. Me vistió y dijo que debía prepararme. Luego dijo «Papá, Mamá», y yo dije aquellas palabras y ella pareció satisfecha. Por la noche nos sacaron al patio. Hacía frío. El traqueteo nos acunó. Al despertar, estaba mojada. Sentía la piel húmeda debajo de las capas de ropa. El olor a pis helado, a nabo cocido y especias picantes. Había luces fuera, gente y coches. Detuvieron la furgoneta frente a un hotel. La cuidadora me tomó en brazos. Entramos en una sala donde esperaban un hombre y una mujer de rostros muy raros, que daban miedo –sus ojos tan redondos, su nariz, sus cabellos claros– pero no olían a nabo quemado, ni a pasta de arroz. Alguien leyó mi nombre: «Yuan». La cuidadora me tendió hacia ellos. Dije «Papá», luego «Mamá», tal como me habían enseñado. La mujer de nariz grande me apretó contra ella. Olía bien y su voz era muy suave. El hombre me besó y yo me dormí. Cuando alguien me pregunta por mi pasado en el orfanato les cuento esta historia. Es todo cuanto recuerdo de China.

Tres amigos, Pekín, 1989, Don Hong-Oai


Juan Gracia Armendáriz, Cuentos del jíbaro, Demipage, Madrid, 2008, pp. 43-44.

Rencor, Rubén Martínez

martes, 6 de septiembre de 2011

RENCOR

Injustamente hechizada, la rana buscó trabajo en una tienda de ropa femenina, se mudó a un vecindario de mala muerte, se casó con un hombre que no le pegaba los domingos, tuvo varios hijos y llegó a ser abuela, pero nunca, nunca dejó de maldecir a la bruja que la había convertido en mujer.


Rubén Martínez, 47 ideas para una novela, Palabras del Candil, Guadalajara, 2008, p. 29.

Transmutación de la energía, Carlos Marzal

lunes, 5 de septiembre de 2011
Vivir en la sombra, Seth Camm


TRANSMUTACIÓN DE LA ENERGÍA

El aire sofocante del verano
es el medio por el que se propaga
esta extraña energía de la vida,
que a veces amenaza con borrarnos:
pasa una moto lejos, tal vez una pareja,
buscando un sitio oculto
donde follar en calma,
o vete a saber quiénes;
cerca, en la calle, ríe
un grupo de vecinos,
comentarios obscenos, griterío soez,
la vorágine absurda y cotidiana;
el eco de un ladrido, las vigas de madera,
que crujen, como si lamentasen
lo que tienen que oír y lo que han visto.
Una pequeña selva inextricable.

Tú acechas en la sombra,
te preguntas, insomne,
cuánto tiempo te han dado
antes de que el azar dé con tus huellas,
antes de que el azar se te abalance,
antes de que el azar tire la puerta abajo
y que la vida, enloquecida, ruja,
en tu oído, implacable, hasta borrarte.



Carlos Marzal, Sin porqué ni adónde, Renacimiento, Sevilla, 2003, pp. 111-112.

Mario y el gato, Carlos Almira

domingo, 4 de septiembre de 2011
Gatos, Franz Marc

MARIO Y EL GATO

La voz no humana me llegó de lo alto:
–¡Agostino, Agostino! –levanté la cabeza y lo vi. Estaba echado en el tejadillo calentándose al sol. Desde el paseo se avistaba su cabeza y el extremo delantero de las patas, con las garras bien recogidas.
–¡Agostino, Agostino! –repitió, y se puso en pie, estirándose y desperezándose, mirándome fijamente:
–¡Soy yo, tu amigo Mario!
Mario Cavalcanti se había matado con su moto hacía menos de un mes. Miré estupefacto al gato romano, lustroso, que se hacía pasar por mi amigo. En la tapia y el paseo del río flotaba la soleada mañana invernal.
–¿Te ha comido la lengua el gato? –bromeó, típico de Mario.
–Quiero prevenirte –prosiguió, cambiando a un tono grave, lacónico. Y arqueó el lomo trazando un rápido garabato con la cola:
–La muerte no existe, muchacho: pero no te hagas ilusiones. ¿Ves aquel perro que está haciendo caca en la farola? ¿Te acuerdas de Enrique Vinuti, el primero de nuestra clase, el preferido de los maestros que nunca fumaba ni se pajeaba y que murió de meningitis?
Miré horrorizado.
–El mismo –maulló–. Estás avisado.
Sin decir más giró hacia los árboles, dio una voltereta, saltó y desapareció en el tejado.



Carlos Almira, Fuego enemigo, Nowevolution, Madrid, 2010, p. 36.

Desde el otro costado, José Ángel Valente

sábado, 3 de septiembre de 2011
Pescando bajo el claro de luna, Aert van der Neer


Ha pasado algún tiempo. El tiempo pasa y no deja nada. Lleva, arrastra muchas cosas consigo. El vacío, deja el vacío. Dejarse vaciar por el tiempo como se dejan vaciar los pequeños crustáceos y moluscos por el mar. El tiempo es como el mar. Nos va gastando hasta que somos transparentes. Nos da la transparencia para que el mundo pueda verse a través de nosotros o pueda oírse como oímos el sempiterno rumor del mar en la concavidad de una caracola. El mar, el tiempo, alrededores de lo que no podemos medir y nos contiene.
(Desde el otro costado)


José Ángel Valente, Fragmentos de un libro futuro, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2000, p. 34.

Es de noche y llueve, Raúl Ariza

viernes, 2 de septiembre de 2011
Lluvia, David Hockney

ES DE NOCHE Y LLUEVE

Me despierto a eso de las tres de la madrugada. La tormenta ha cesado y ahora apenas se escucha el monótono chispear de una fina lluvia que parece que no vaya a terminar nunca. Bajo a la calle tras vestirme con lo primero que encuentro y calzarme las deportivas que me regalaron el día del padre. La idea era que volviera a hacer algo de deporte. Me veían algo fondón pero, entre risas veladas, ninguna de las dos se atrevió a decírmelo.

Custodiado por esa ingrata soledad que acompaña a los desgraciados a modo de sombra indeleble, y sometido a la incómoda humedad de un invierno demasiado frío y demasiado lluvioso, ando un par de cientos de metros hasta salir de la urbanización, zangoloteo sin mucho sentido por entre el barrizal del descampado que estos días está sirviendo de aparcamiento para los periodistas y los curiosos, y acabo acercándome a la parada del autobús en donde la dejé la mañana del viernes.

Ángela duerme sin fin, como la lluvia. Hace tres días que no se entera de nada, atiborrada por la medicación que le vienen dando desde el mismo instante en el que le sobrevino la crisis. Lo último inteligible que hizo antes de caer desvanecida, fue maldecirme por no haber llevado yo a la niña al instituto. Hijo de puta, me gritó. Esta noche necesitaba compañía pero no he querido despertarla. Para qué. Mi dolor es sólo mío, y ella ya tiene bastante con la cruz de madre que le tocará arrastrar si la pequeña no aparece.

La noche es cerrada e ingrata, y sólo la pávida luz de una lámpara lacrimosa, rompe con cierta timidez su sucia oscuridad. Me siento bajo la marquesina y, sin poder evitarlo, me asalta un escalofrío al imaginarme lo desgraciado que llegaré a ser si mis miedos resultan fundados. Encojo los pies sobre el frío asiento metálico, apoyo mi cabeza en el cristal y, antes de romper a llorar, me ovillo esperando baldíamente a que la lluvia por fin escampe.


Raúl Ariza, Elefantiasis, Editores Policarbonados, Madrid, 2010, pp. 50-51.

Septiembre, Rafael Pérez Estrada

jueves, 1 de septiembre de 2011



SEPTIEMBRE

Por la llave supe que volvería.
Estaba como siempre: oxidada e inmóvil
debajo de una graciosa
alfombra de Teherán.
También había un mensaje
y preferí no leerlo:
hay excesivos S.O.S. en verano.




Una llave demasiado lejos, Gyuri Lohmuller


Rafael Pérez Estrada, La palabra destino, Hiperión, Madrid, 2001, p. 169.