—En cuanto a los honorarios, ya se lo dije, habíamos pensado en diez mil euros. Franz, mi galerista, me ha dicho que en vez de metálico podría ofrecerle un cuadro, pero me parece embarazoso, para usted es delicado rechazarlo. Por tanto, a priori, digamos diez mil euros, pero si prefiere un cuadro no hay problema.
—Un cuadro... —dijo Houellebecq, pensativamente—. De todos modos, tengo paredes donde colgarlo. Es lo único que tengo de verdad en mi vida: paredes.
Michel Houellebecq, El mapa y el territorio, Anagrama, Barcelona, 2011, p. 131.
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