FE DE IDA
Ha comprendido que sólo es un aroma
que soportó los años,
un recuerdo, una huella, una leyenda
de boca en boca dicha,
figura hecha de aire,
una perdida sombra.
¿Qué quedaba en Ítaca de Ulises
el día del regreso?
Era llanto del padre, suspiro de Penélope,
deseo de Telémaco.
Acudió sabio el perro a lamerle la mano.
Los perros, sin embargo, carecen de memoria.
Jorge Urrutia, Ocupación de la ciudad prohibida, Calambur, Madrid, 2010, p. 83.
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