MANILA
Al acabar los trailers y los anuncios comerciales, el público del cine se puso en pie para escuchar el himno nacional. Muchos cantaban la letra, otros se tocaban el corazón en silencio. Había incluso quienes, sobrecogidos por el ardor patrio, rubricaban el rito con una incesante señal de la cruz.
El himno llegó a su fin con un eco largo y unánime.
El público se sentó.
En la pantalla dio comienzo una película de acción, en inglés y sin subtítulos, que casi nadie entendía del todo.
Al acabar los trailers y los anuncios comerciales, el público del cine se puso en pie para escuchar el himno nacional. Muchos cantaban la letra, otros se tocaban el corazón en silencio. Había incluso quienes, sobrecogidos por el ardor patrio, rubricaban el rito con una incesante señal de la cruz.
El himno llegó a su fin con un eco largo y unánime.
El público se sentó.
En la pantalla dio comienzo una película de acción, en inglés y sin subtítulos, que casi nadie entendía del todo.
Escena de una antigua calle de Manila, R. B. Berting
Rubén Abella, No habría sido igual sin la lluvia, NH, Madrid, 2008.
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