Pájaros jerárquicos, Mark Rothko
—Entonces, si me transfirieran al Muelle Siete o al Muelle Nueve, sería más fácil. Podría pasar semanas sin trabajar.
—Correcto. Si trabajase en el Siete o el Nueve sería más fácil. Pero no tendría un trabajo de jornada completa. Así que, en conjunto, está mejor en el Dos.
—Ya veo. Así que, después de todo, es una suerte que esté aquí en este muelle, en este puerto, en esta ciudad y en este país. Nada puede ir mejor en el mejor de los mundos posibles.
Álvaro frunce el ceño.
—Este no es un mundo posible —dice—. Es el único. Si eso lo convierte en el mejor o no, no debemos decidirlo ni usted ni yo.
Se le ocurren varias respuestas, pero se contiene. Tal vez, en este mundo que es el único mundo sea más prudente dejarse de ironías.
—Correcto. Si trabajase en el Siete o el Nueve sería más fácil. Pero no tendría un trabajo de jornada completa. Así que, en conjunto, está mejor en el Dos.
—Ya veo. Así que, después de todo, es una suerte que esté aquí en este muelle, en este puerto, en esta ciudad y en este país. Nada puede ir mejor en el mejor de los mundos posibles.
Álvaro frunce el ceño.
—Este no es un mundo posible —dice—. Es el único. Si eso lo convierte en el mejor o no, no debemos decidirlo ni usted ni yo.
Se le ocurren varias respuestas, pero se contiene. Tal vez, en este mundo que es el único mundo sea más prudente dejarse de ironías.
J. M. Coetzee, La infancia de Jesús, Mondadori, Barcelona, 2013, p. 50.
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