El ojo globo, Odilon Redon
Todo centro tiene miedo de lo que parece ser su periferia. En los bordes laterales de los ojos habitan todas las cosas que decidimos no mirar y que nos hablan a raudales. Por eso pestañear es clausurar los costados por donde intentan ascender los amores inconclusos, las miserias disimuladas, la infancia remota y perdida. La mirada no es un punto fijo sobre el que decidimos nada, sino una circunferencia mayúscula repleta de palabras pisoteadas. Abrir los ojos es, en cierto modo, pedirle perdón a todo aquello que alguna vez hemos ignorado.
Carlos Skliar, No tienen prisa las palabras, Candaya, Barcelona, 2012, p. 153.
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