La página en blanco, René Magritte
A cada cosa que se dice "ya lo sabía" le cabe un siglo menos. Cuando un hombre civilizado de cejas gruesas impone su saber a lo que ve o escucha o toca, adquiere algo de razón y pierde toda percepción. Las cosas que sabemos sólo pueden guardarse en cajones estrechos y en botellas que permiten ser tapadas. Lo que no sabemos es por qué se mueven los ríos, qué colores tendrían las piedras y el porvenir de los secretos que nos mantienen vivos. Saber una flor es ya haberla marchitado.
Carlos Skliar, No tienen prisa las palabras, Candaya, Barcelona, 2012, p. 148.
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