Alguna ventana en Greensboro

lunes, 15 de septiembre de 2014
 Una mujer en su habitación, Gordon Parks

ALGUNA VENTANA EN GREENSBORO

   El suelo está lleno de cristales. Sólo después del dolor súbito en sus pies descalzos baja la vista hacia ese caleidoscopio que se teje sobre el parqué como una planta trepadora. Según vuelve los ojos hacia sí misma descubre, cada vez más roja, la raíz de esa hiedra en su piel de tierra mojada, una piel que nunca ha elegido ser ninguno de los dos extremos de una herida.
   Apenas conoce a las personas de aquella habitación, ese mundo donde muebles y trajes se retan a elegancia, pero sus miradas son lo suficientemente transparentes para hacerle ver que ella es la responsable.
   —Lo siento —dice antes de girarse a por la escoba y el recogedor—. De verdad que lo siento —repite en un susurro ya agachada; sus ojos sobre el suelo, ese horizonte bello y roto.
   Se marcha, con una turbación que usurpa el lugar donde la memoria debería recordarle cuándo se le cayó ese vaso.
   Un vaso, o tal vez una copa. A pesar de que con desesperación se busca en las manos alguna huella, el supuesto tacto del pasado no es ningún pigmento de sus dedos.
   Un vaso, una copa. Qué forma le dará a esta vergüenza mañana.

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