¿A qué responde todo esto? ¿Por qué la representación de la vida es siempre más desgarradora que la vida misma? Lloramos ante un retrato y nunca ante un rostro. ¿Por qué ocurre siempre eso, cuando el patetismo insoportable de las imágenes proviene de la vida y sólo de ella? ¿Por qué deben ser las imágenes las que nos entregan la verdad de las cosas amadas entre las que pasamos? Pero es así. Y no hacen falta lágrimas para demostrarlo.
Philippe Forest, Sarinagara, Sajalín, Barcelona, 2009, p. 230.
Philippe Forest, Sarinagara, Sajalín, Barcelona, 2009, p. 230.
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