Fuego rojo y dorado, Eyvind Earle
Es algo que no se ve, que no se oye, que no impide hacer nada. Se puede vivir muy bien sin alma, no es algo importante, ocurre muy a menudo. El único problema es que las cosas ya no vienen a ti cuando las llamas por su nombre. Puedes estar ausente de tu vida y engañar a todo el mundo sobre esta ausencia —a todo el mundo salvo a los animales, salvo a los árboles, salvo a las cosas. A todo el mundo salvo a la dorada luz del otoño, esa luz que pesa con toda su dulzura sobre la corteza de los abedules y la carne de los rosales. Cómo reunirse con lo que se elude. Cómo palpar la vida inmediata, cómo volver a la vida sencilla. Sí, cómo. El amor te ha pasado por encima como los rojos incendios sobre los bosques de Provenza.
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