[Tan juntos], Svetlana Alexievich

martes, 20 de octubre de 2015

Chris Friel


   No hay manera de que me salga lo que quiero decir. No con palabras. Después del ataque al corazón, no puedo gritar. Tampoco me dejan llorar. Por eso no me salen las palabras. Pero le diré... Quiero que sepa... Aún no se lo he confesado a nadie. Cuando no les di a mi hija... nuestra hija... entonces, me trajeron una cajita de madera:
   —Aquí está.
   Lo comprobé. La habían envuelto en pañales. Toda envuelta en pañales. Y entonces me puse a llorar y les dije:
   —Colóquenla a los pies de mi marido. Y díganle que es nuestra Natasha.
   Allí, en la tumba, no está escrito «Natasha Ignatenko». Sólo está el nombre de él. Ella no tuvo ni nombre, no tuvo nada. Sólo alma. Y allí es donde enterré su alma...
   Siempre vengo a verlos con dos ramos: uno es para él y el segundo lo pongo en un rinconcito para ella. Me arrastro de rodillas por la tumba. Siempre de rodillas... [De manera inconexa:] Yo la maté. Fue mi culpa. Ella, en cambio... Ella me ha salvado. Mi niña me salvó. Recibió todo el impacto radiactivo, se convirtió, como si dijéramos, en el receptor de todo el impacto. Tan pequeñita. Una bolita. [Pierde el aliento.] Ella me salvó. Pero yo los quería a ambos. ¿Cómo es posible? ¿Cómo se puede matar con el amor? ¡Con un amor como éste! ¿Por qué están tan juntos? El amor y la muerte. Tan juntos. ¿Quién me lo podrá explicar? Me arrastro de rodillas por la tumba. [Calla largo rato.]


Svetlana Alexievich, Voces de Chernóbil: crónica del futuro, Siglo XXI, Madrid, 2006, p. XXXV.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Hermoso y trágico.... Me conmueve
Un bacci