Ocurrió en el tiempo de las noches largas y los vientos de hielo. Una mañana floreció el jazmín del Cabo, en el jardín de mi casa, y el aire frío se impregnó de su aroma, y ese día también floreció el ciruelo y despertaron las tortugas.
Fue un error, y poco duró. Pero gracias al error, el jazmín, el ciruelo y las tortugas pudieron creer que alguna vez se acabará el invierno. Y yo también.
Eduardo Galeano, Las palabras andantes, Siglo XXI, Madrid, 1993, p. 217.
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