La expedición a la Antártida resultó un éxito total. La estación meteorológica a pleno rendimiento, los estudios sobre el ciclo reproductivo de los pingüinos o los hábitos alimenticios de las focas cangrejeras. El Nóbel a la vuelta de la esquina, unos cuantos paralelos más abajo.
Y encontrar entonces el piano en mitad de la enorme llanura de hielo, ese Stenway de destellos charolados, solitario ataúd de melodías congeladas en la inmensa pista de patinaje del Antártico.
Tras interpretar aquel pingüino minúsculo y vestido de etiqueta el Arabesque nº1 de Debussy y recibir en enfervorizado palmoteo de sus colegas blanquinegros, el vaivén de bigotes de las focas leopardo y los rugidos emocionados de una colonia de leones marinos, mis colaboradores y yo nos retiramos en silencio para iniciar cuanto antes el viaje de regreso a Europa, casi de puntillas, dispersando, taciturnos, a los vientos helados los cientos de hojas ya obsoletas con los exhaustivos datos de nuestros estudios sobre el modo de vida de la fauna polar.
Miguel Ángel Zapata, Baúl de prodigios, Traspiés, Granada, 2007, p. 18.
1 comentarios:
Sin más palabras, impresionante.
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