Apenas lo vio, salió corriendo a buscar en su libro el capítulo "E", de "Equinos", porque parecía un caballito, pero no lo encontró. Revisó pues la extensa clasificación del capítulo "A", "Avis", "Aves", porque tenía un par de hermosas alas como de nube, pero no encontró nada. Luego, como último recurso, revisó todas las especies de animales con cuerno, porque tenía un brillante y único cuerno. Pero descubrió que allí tampoco aparecía.
Entonces, con honda tristeza, le pidió al pequeño unicornio alado que se marchara, porque, sencillamente, no existía.
Entonces, con honda tristeza, le pidió al pequeño unicornio alado que se marchara, porque, sencillamente, no existía.
Rubén Martínez, 47 ideas para una novela, Palabras del Candil, Guadalajara, 2008, p. 17.
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