Nada se ha terminado hasta que se ha terminado, Kasia Derwinska
— (..) Algunas veces me canso. Me canso mucho. Conocí a un tipo que trajeron cuando estaba en la cárcel. Había estado intentando formar un sindicato. Tuvo uno empezado. Y entonces los vigilantes esos lo reventaron. Y, ¿ahora qué? Los mismos a los que había intentado ayudar le apartaron. No quisieron tener nada que ver con él. Tenían miedo de ser vistos en su compañía. Le dijeron: Lárgate. Eres un peligro para nosotros. Eso hirió mucho sus sentimientos. Pero entonces se dijo: no es tan malo si lo conoces. En la Revolución Francesa, todos los que la planearon acabaron degollados. Siempre igual. Tan natural como la lluvia. No lo hiciste por diversión. Lo haces porque lo tienes que hacer. Porque es tú mismo. Mira Washington. Hace la Revolución y luego unos hijos de puta se volvieron contra él. Y lo mismo pasó con Lincoln. Los mismos tipos gritando que les mataran. Tan natural como la lluvia.
—No parece divertido —dijo Tom.
—No, no lo parece. Éste de la cárcel decía: En cualquier caso, uno hace lo que puede. Y lo único que tienes que saber es que cada vez que se da un paso adelante se puede resbalar un poco hacia atrás, pero nunca será todo el paso. Eso lo puedes probar y es lo que hace que todo tenga sentido. Y eso significa que no fue perder el tiempo, aunque lo parezca.
—No parece divertido —dijo Tom.
—No, no lo parece. Éste de la cárcel decía: En cualquier caso, uno hace lo que puede. Y lo único que tienes que saber es que cada vez que se da un paso adelante se puede resbalar un poco hacia atrás, pero nunca será todo el paso. Eso lo puedes probar y es lo que hace que todo tenga sentido. Y eso significa que no fue perder el tiempo, aunque lo parezca.
John Steinbeck, Las uvas de la ira, Alianza, Madrid, 2006, pp. 581-582.
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