Olvidé la palabra que quería decir.
Una golondrina ciega regresa con las alas cortadas
al reino de las sombras
para jugar con la claridad.
En el olvido se canta la canción nocturna.
No se oyen los pájaros. La siempreviva no florece.
Transparentes crines de caballos nocturnos.
En el río seco flota una barca vacía.
Entre los saltamontes, la palabra olvida.
Lentamente crece, como templo o tienda de campaña
lo que de repente se arroja a los pies,
como loca Antígona, golondrina muerta,
con dulzura estigia y una rama verde.
¡Oh, si regresara el pudor de los dedos videntes
y la alegría convexa del reconocimiento!
Temo tanto el sollozo de las Aónides,
del ruido, de la bruma y del hiato!
A los mortales les fue dado el poder de amar y reconocer,
para ellos el ruido se vierte en los dedos,
pero yo olvidé lo que quería decir
y un pensamiento incorpóreo regresa al reino de las sombras.
No es eso lo que repite la transparente
golondrina, amiga, Antígona...
Y en los labios, como hielo negro, arde
el recuerdo del sonido estigio.
Osip Mandelstam, Tristia y otros poemas, Igitur, Barcelona, 2000, pp. 90-91.
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