URRACAS DE EGHAM HILL
Porque una tarde sola y extranjera —y recuerdo
qué cortante aquel viento—, junto al paso elevado
que lleva a Englefield Green
sobre la carretera Londres-Egham,
de repente graznasteis —negro y blanco—
volando entre los setos mojados; porque entonces
sentí que habíais venido desde mi infancia —viejos
campos de Cotobade...— y por vosotras
aquel rincón ajeno fue un instante mi mundo,
urracas de Egham Hill, quiero dejaros
para siempre volando en estos versos.
Miguel d'Ors, La imagen de su cara, Editorial Comares, Granada, 1994, página 24.
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