Dos caballos azules, Franz Marc
La vileza, la bestialidad, la sed de sangre, la codicia, la indolencia no han cambiado en ninguna civilización, ni siquiera hoy en día. Quedan dos paréntesis, dos momentos en los que se puede ser algo más, algo diferente de lo que se es: los instantes de compasión y de placer, dos umbrales ante los que la bestia sanguinaria se detiene brevemente. La compasión no es amor, pues este último sentimiento puede esconder un egoísmo solapado: la compasión no exige correspondencia, no juzga. Es sencillamente piadosa, incondicional, momentánea, aunque quien la recibe no la «merezca». Y el placer. El placer físico, esa llama que consume todo egoísmo. Y el otro, el placer máximo del arte, del espíritu, de la música. El resto es mera zoología.
Sándor Márai, Diarios 1984-1989, Salamandra, Barcelona, 2008, pp. 148-149.
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