Breve encuentro, Antonio Rivero Taravillo

martes, 30 de agosto de 2011
Vacaciones de verano en familia, en el coche, Norman Rockwell


BREVE ENCUENTRO

Fue en un atasco, al salir de la ciudad:
lentamente todo se detuvo
como el tiovivo aquel en la infancia,
inminente el milagro de montarnos nosotros.
De pronto, el coche que me precedía
puso ante mí el espejo de otra vida.

Delante, iba el padre conduciendo;
detrás, la mujer con el pequeño hijo:
vista así, sin rostro, dulcemente
parecía que había robado tu melena,
tu cabellera rubia como miel
o ámbar campaniforme, repicando
en silencio hasta su nuca, tu nuca.
La desconocida imponía tu recuerdo.

Parabrisas adelante, veía
—como contemplándonos en el retrovisor de los años,
de haber sido otra nuestra vida—
lo que pudimos haber sido juntos
camino de un hogar al que volvíamos
tú, yo, y un hijo, nuestra carne.

Habría dado negativo en la alcoholemia
aunque estaba ebrio de ti y la tristeza
de habernos adivinado juntos y seguramente felices,
regreso de aquellos días compartidos.
A mi lado, el asiento
donde ayer te sentaste tantas veces
hoy estaba vacío, ahora el coche
vagaba ya sin rumbo al no llevarte.

Al salir de la curva, aceleré alejándome
de aquel espejo de lo que nunca ha sido.
Qué no daría por que el cromado y el cuero,
las llantas de aleación y la madera,
fuesen esa carraca de matrícula antigua
y verte en el asiento de detrás,
a mil revoluciones, loco, el corazón,
llevado por la dicha de tenerte.

Atrás quedó el agridulce espejismo
como la salsa de un chino en que nunca cenamos.
No vistos, tus ojos aflorados se perdieron
como faros que se hunden en la niebla.



Antonio Rivero Taravillo, Lejos, La Isla de Sistolá, Sevilla, 2011, páginas 30-32.

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