Toda mi concepción del realismo se basa en el brutal choque del individuo con el medio circundante. No estoy hablando —ni he estado hablando nunca— de hacer fotografías, pintar bodegones o recoger conversaciones con una grabadora, sino de meter los dedos del alma en el enchufe de la realidad hasta carbonizarse.
Roger Wolfe, Hay una guerra, Huerga & Fierro, Madrid, 1997, p. 95.
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