CUENTO SÚBITO
Érase una vez un cuento que, de repente, cuando aún era posible, comenzó. Para el héroe, que se puso en camino, no había en eso nada repentino, por supuesto; ni en el ponerse en camino, cosa que se había pasado la vida entera esperando, ni tampoco en el desenlace, pues éste, cualquiera que fuese, le parecía, como el horizonte, estar siempre en algún otro sitio. Pero para el dragón, como era muy bruto, todo resultó repentino. Se sentía súbitamente hambriento, y, sin más, súbitamente, ya estaba comiendo algo. Siempre era como la primera vez. Y entonces, súbitamente, recordó haber comido ya algo parecido: cierto sabor agrio y familiar... Pero, de la misma manera repentina, se le olvidó. El héroe, al encontrarse repentinamente con el dragón (llevaba años de penoso viaje por selvas encantadas, desiertos interminables, ciudades carbonizadas por el aliento de los dragones, de modo que la palabra repentinamente no le parecía la más apropiada), sin saber cómo sintió envidia, al desenvainar la espada (desenlace posible que se le había presentado de pronto, como si el horizonte, con el desesperado espejismo de lo repentino, se hubiera inclinado), de la libertad sin tensiones del dragón. ¿Libertad?, podría haber preguntado el dragón de no haber sido por lo bruto que era, mientras rumiaba el súbito y agrio sabor familiar (¿un recuerdo...?) en su propio aliento. Pero ¿de qué? (Olvidado.)
Robert Cooper
Robert Shapard & James Thomas, Ficción súbita, Anagrama, Barcelona, 1989 (1986), página 9.
0 comentarios:
Publicar un comentario