El fin del mundo, Fabián Vique

jueves, 25 de agosto de 2011
Un apocalipsis, William Solis

EL FIN DEL MUNDO

Cuando escuché la noticia del inminente choque del meteorito con nuestro frágil planeta, bajé corriendo al kiosco, compré cigarrillos y le comenté el pronóstico a Elizabeth. Dijo que ya le habían ido con el cuento.
Yo deslicé que esos vaticinios me sonaban increíbles. “Es verdad”, contestó mientras me extendía el atado, “pero si en Hiroshima hubiesen avisado unos días antes, también les habría parecido increíble”.
Esa clase de respuesta es la que me vuelve loco. Y que pusiera, mientras lo decía, esa media sonrisa que significaba te habías dado cuenta, tontín?”, me hizo vibrar todas las cuerdas del enamoramiento. Solía, la encantadora Elizabeth, dar muestras de parecidas ocurrencias.
Hasta entonces yo me había limitado a devolver una sonrisa que, en mi caso, significaba: “cómo me gustaría animarme a besarte”. Pero esta vez, ante la inminencia de la hecatombe, me lancé hacia ella como un felino.
La suerte estuvo de mi lado. Ella resultó ser de esas personas a las que les encanta que el otro se les tire encima al estilo leopardo. “Era hora”, me dijo, “ya no sabía qué más hacer para que te dieras cuenta de que me gustabas”.
“El sexo en el lugar de trabajo es realmente fascinante”, opinó cuando acabamos y encendimos los cigarrillos.
Días después, se comprobó que la alarma del meteorito habia sido un error de cálculo. “Te lo advertí”, fue su frase del día. Sonreí y salí con la cabeza gacha.
Yo creo que algún día dejaré de fumar.


Fabián Vique
, La vida misma y otras microficciones, Macedonia, Morón, 2010, pp. 16-17.

0 comentarios: