EL HOMBRE DE HIELO
Mientras dirige el agua caliente desde el grifo hasta sus zonas íntimas la fogosa Dolly sonríe: «No ha estado mal, pero a ratos parece un hombre de hielo». Terminados los ritos de higiene vuelve al salón dispuesta a contagiarle su calor. Sus pechos necesitan otro baile y se desbordan inquietos por las fronteras de la toalla. Pero el hombre de hielo no está. Dolly no comprende nada y llora. Sus lágrimas se mezclan con un enorme charco aparecido frente a la chimenea. ¿Por qué se ha marchado y dejado su ropa tirada frente al fuego? No hay explicación. Dolly añade nuevos troncos al fuego y enciende un cigarro. ¿Qué he hecho mal, hombre de hielo?
Federico Fuertes Guzmán, Los 400 golpes, e.d.a., Benalmádena, 2008, p. 94.
2 comentarios:
Coincidencia o realidad...
... lo que al menos parece es que fue la chimenea, y no la mujer, la que realmente supo hacerlo disfrutar.
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