TESOROS ESCONDIDOS
El emperador Vespasiano estableció un impuesto sobre la orina. Lo cuenta Suetonio en su libro sobre los césares. Tito, su hijo, se lo recriminó. Vespasiano le acerca a la nariz la primera moneda obtenida por ese impuesto y le pregunta: ¿huele mal? No, dice Tito, y sin embargo, este dinero proviene de algo sucio.
Más tarde, Constantino, igualmente sensible al desaseo, aplicó a su vez un impuesto sobre los excrementos humanos y animales, bautizados por la gente como oro lustral o de expiación.
Debían pagar impuestos los mendigos, los comerciantes, las prostitutas, los traficantes, quienes por ese solo hecho se equiparaban a los perros, los asnos y las bestias de carga.
Gracias a esa alquimia, el mal olor se transformaba en oro.
Y es bien sabido que el dinero no tiene olor.
Margo Glantz, Saña, Pre-Textos, Valencia, 2007, p. 189.
1 comentarios:
no lo pillo
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