«Miras la luna nueva
—me solía decir mi madre—
y cierras después los ojos.
Y luego formulas un deseo.»
Lo estuve haciendo durante años.
Era mágico.
O eso me parecía.
Pero hoy miro la luna
con los ojos bien abiertos.
He aprendido.
Quizá por suerte los deseos
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