EPITAFIO
Un día decidió que estaba harto de vivir.
Caminó hasta el cementerio municipal con una lápida bajo el brazo que le había encargado al marmolista.
Buscó un lugar con césped, por estética. Cavó un hondo agujero con una pala que había pedido prestada al sepulturero. Después se sentó a meditar cuál sería su epitafio, que había previsto escribir con un rotulador Edding 2000 sobre la piedra.
Cuarenta y ocho horas después la idea no llegaba y optó por seguir vivo, consciente de que aquel era el mejor epitafio que podía escoger.
Un diez. Antología del nuevo cuento catalán, Páginas de espuma, Madrid, 2006, p. 122.
1 comentarios:
Un agradecimientom por citarme.
Albert Calls
albertcalls@hotmail.com
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